Oda al tiempo
Detrás del dolor de
mi pasado,
En los recuerdos que
tanto ansié,
Están los sueños
perdidos que tanto imaginé,
Pues donde debería brotar sangre, saja un vino agriado.
Pasando por el camino
que lleva al sacrificio,
Notaba los tenues cálidos
rayos del sol,
El único contacto que
podía calentarme en mi juicio,
Tan incorpóreo y frágil
como el charol.
Tras el sendero por
el pasaje del desgarro,
Dentro de la
oscuridad estremecedora,
Aprieto con fuerza la
puerta del circo al que me amarro,
Hallando la sala de
espejos que en mi alma mora.
El barranco donde te
despiertas por las mañanas,
Surca sobre un muelle
de lágrimas de hiel,
Ladeándose los botes sobre sonatas de nanas,
Pretendes huir de tu
tormento funesto y cruel.
Del desasosiego fui
conocedor a cada instante,
Presenciando la
repulsión y la vanidad humana,
Desprecié cada mirada
en mí incesante,
Y bailé con
desfachatez al son de cada batalla pagana.
Alcé el estandarte
que guiaba mi osadía,
Y los golpes y las
mofas que me oprimían,
Duermen sin morir
confinados en las pesadillas,
Desclavándome el
puñal de entre mis costillas.
Tembló la tierra y el
cielo bajaba al monte,
Ahora mis ojos
irradiaban en el horizonte,
Un fulgor que añoraba
con lobreguez,
Un brillo, que
recordaba a mi niñez.
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