Putas cultúricas

«Hoy, es uno de esos días en los que me hallo mirando el cielo de manera lisongera esperando a que llueva. A la lejanía veo llegar un perro llevando en la boca un palo que le triplicaba. El animal no mediría poco más de medio metro de alto, pero eso no le impedía llevarlo triunfalmente. ¡Qué hermo..»
―¿Qué haces?―interrumpió a su compañero saltando sobre él.
―Escribo un fragmento de mi próximo libro.
Cerró el cuaderno y postró a Ninón a su lado, contemplando su cálido cuerpo desnudo entre sus corínticas piernas mientras la meretriz le desabrochaba la camisa. Le empezó a besar y a acariciar con sus suaves dedos de escritor, recorriendo su cuerpo como quien busca en un diccionario un nuevo significado.

                                                                         ⁕⁕⁕

―¡Pasen y vean, pasen y vean!¡Bienvenidos sean a deleitarse con el espectáculo de Les Babylonien!―dijo un hombre desgarbado con un bastón en el aire mientras tres chicos tocaban música alegre y cuatro chicas bailaban.
El estrepitoso jolgorio no enmudecía los sollozos de una familia bajo un puente tras tirar el cuerpo de su exánime primogénito. Un señor se acercó y les lanzó tres monedas de plata. Los artistas una vez pagados callaron su irreverencia. Ya recogidos sus efectos personales, emprendieron de nuevo el camino. Mientras, el fango se pegaba a los pies nómadas de los hambrientos conspicuos que vendían sus dóricos servicios a cambio de cualquier miseria que nadie podía pagar.

                                                                         ⁕⁕⁕

Aparece en escena una máquina tan monstruosa como elegante, es gris como el humo que expulsa. Aparecen carros y un disparo cegador, nadie ha muerto. Tras unos segundos ese acto simple se convierte en jónico. Se puede ver un granero, ¡la gente está estupefacta! Por primera vez hemos parado el tiempo, ese enemigo incesante al que queremos volver siempre copiándonos del pasado para vivirlo mejor. Aparecen más personas que buscan apreciar los vestigios de personas eternizadas salomónicamente en mármol...
―Menudo viaje al centro del aburrimiento, ¿a quién le importa un documental del siglo XIX?―dijo un adolescente a su compañero tras ver una exposición en el museo.
Alejándose de su grupo, sacó un bloc de notas en el que guardaba bocetos y notas. Se para frente a un cuadro a contemplarlo, Le sommeil. «Es una simple y sensual armonía románica en el que con solo verlo, puedes escuchar su respiración. Esto es arte, no tiene precio»―pensó el joven.
Mientras, sus amigos a la salida de un parque le pagan a una muchacha para pasar el tiempo con ellos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En cuarentena desde tu último adiós.

Polvo perfumado

¿Qué hay que hacer cuando estás a punto de rendirte?